viernes, 27 de marzo de 2009


Había sido un día muy largo para el trabajador Rubén en su oficina de la Administración Departamental de Tripanización. Cada vez que el miraba el reloj parecía que el tiempo retrocedía prolongandole mas las horas de trabajo y de papeleo. Cuando llegó la hora deseada, Rubén decidió ir camino a su casa y parar a tomar un trago para destensionarse. Cuando llegó se sentó en la barra y miró a en todas direcciones para encontrar al barman. Solo pudo ver a dos obreros viendo en una tele de 14 pulgadas y en blanco y negro un programa de preguntas y respuestas polaco. Cuando miró a su frente vio al barman, era un hombre de casi 70 años vestido muy prolijo para el roñozo bar. "¿Qué le sirvo caballero?"-dijo el barman. Rubén con la mirada debil le pidió una zarzaparrilla. Mientras tomaba la fuerte bebida, se puso a ver las botellas de la estantería detras de la barra. Habian infinidades de whiskies y licores que parecían ya fosilizados de tanto tiempo que nadie destapaba esas botellas. Mientras miraba las botellas pudo ver casi escondida entre los alcoholes a una pequeña botella de agua mineral Vitel. Eso le dio mucha curiosidad, ya que en los bares está muy mal visto pedir agua. La pregunta era:¿Cómo esa botella llegó ahi?. Pudo ser que antes el bar servía agua hasta que un día decidieron de que no era correcto vender agua. Pudo ser tambien que el dueño en un intento de dejar el alcohol, se compró una botella de agua y por error la dejó entre la mercancía. No había forma de saber ni como ni quien puso esa botella ahi, lo cual llenó de miedo a Rubén.
Cuando Rubén terminó su bebida, pagó al barman y cuando fue a levantarse de la butaca, pisó sus propios cordones del calzado y cayó hacia adelante. La caida fue en cámara lenta, mientras veía como su sombra comenzaba a cubrir el borde de una mesa, descubrió una enorme coincidencia: su nombre era Rubén, no Ruben como muchos solían llamarlo por error. Era Rubén, si, con acento en la e. Qué curioso que existan dos nombres iguales salvo por un pequeño y chueco tilde. Ese tilde que cambiaba la identidad de uno de forma completa era un gran privilegio que justo antes de colisionar con la mesa el había comenzado a valorar. Su nombre era Rubén, no Ruben, RUBÉN, tal como se llamaba Rubén Aguirre o mas conocido como El Profesor Jirafales.
"¡Qué curioso!" pensó Rubén orgulloso de esa coincidencia cuando su cabeza estaba a pocos centímetros de la mesa. Luego de eso, sintió un golpe seco y todo se puso negro.

1 comentario:

Lea dijo...

Incluso... puede que esta historia sucediese de verdad